El calor del ocaso tornábase leve.
Corrían entonces las dieciocho horas,
Con inocentes tres o cuatro minutos
Deseando no morir,
O quizá tratando de vivir felices
Sus últimos segundos.
Yo permanecía debajo de un hacedor de sombra,
Esperando el autobús de las seis.
No había nadie ni nada.
Sólo yo, A SOLAS, debajo de aquella sombra.
Debajo de aquel cielo,
Visto aquel día
Y jamás vuelto a ver.
El autobús llegó retrasado,
Lo abordé con la rutina acostumbrada;
Y ahí estaba ella,
Sentada al lado de la ventanilla.
Decidí sentarme a su lado.
[Ella estaba ahí,
Y yo junto a ella.]
Aquel viaje pareció durar apenas unos segundos.
El tiempo se vio desvanecido
Mientras yo trataba de guardarla
Y esclavizarla en mi mente.
Y la vi, cada detalle,
Deseando, rogando ser poeta,
Para con palabras poder describirla.
Ella estaba ahí,
Y yo con mi mirada vuelta a la nada;
Pero mi pensamiento vuelto a ella;
Y mi corazón vuelto a ella;
Y mi alma a ella,
Y mis sentimientos, y mi vida,
Todo puesto en ella.
¿Qué como era?
Ella era... como una amazona desnuda,
Como un ave o un jaguar,
Quizá como una yegua blanca
Galopando en un campo de pastos de plata.
Al verla, al verla todo cambia,
Verla a ella
Era como ver una llamarada de fuegos fatuos
De mil colores,
Derritiendo una lluvia de copos de nieve.
Verla es verlo todo
Y querer quedar ciego,
Para no volver a ver nada más
Que pudiera mutilar su recuerdo.
Ella era... como esas sirenas que cantan y juegan.
Olor a flores era su rostro;
Olor a incienso y canela su boca;
Olor a mieles y leche eran sus senos;
Olor a arena y aguas saladas su cintura.
Ella era así;
Yo la vi aquel día.
Ella se quedó dormida un momento.
Fueron sólo unos minutos los que ella cerró sus ojos.
Y la vi, frágil y CALLADA.
Tan bella,
Tan angelical que no encuentro palabras.
Sólo unos minutos pasaron
Antes de que ella despertara;
Quizá fueron cuatro o cinco minutos,
Tal fueron más, pero parecieron menos.
Fue poco tiempo que al tiempo recuerdo,
Como si hubiese sido un efímero sueño.
Ella estaba ahí, y yo junto a ella.
[DESHACEDORA DE TIEMPOS.
Mataba las horas con su belleza.]
La falta de sostén
Hacía a sus pezones amedrentar mi alma.
Y su reducida falda ajustada
Hacía transpórtame a un cuadro de Degas.
El autobús llegó a su destino,
Y los pasajeros bajamos con la misma parsimonia
Que cuando abordamos.
La seguí un par de cuadras,
Y la vi llegar a una sombría esquina.
Eran ya pasadas las veinte horas.
Sacó un lápiz labial y un pequeño espejo...
Hasta entonces supe
Lo frágil que son los sueños.
Un auto negro se detuvo frente a ella;
A su ventana ella se arrimó,
Después de efímeras palabras,
Al auto ella abordó.
Yo me quedé pensando:
¿Cuánto cuesta el amor?
Decidí marcharme.
Llovía.
Yo tenía 20 años.
La vi aquel día, y en aquel momento,
Y jamás la volví a ver después.
¡Oh, mujer ingrata!
Vives lejos de mí, en algún lugar,
Mutilando deseos.
Y yo, sólo deseo,
Que el recuerdo de aquella sublime belleza,
Dure y perdure, mientras yo viva,
Y aún después de que muera.
Ahí estaba ella.
Y yo ahí, amándola.
----------------------- Suspiro ---------------------------
Ella era... como un suspiro,
Sólo vivió unos segundos, y luego,
SÓLO QUEDÓ LA SENSACIÓN DE QUE PASÓ.